Sintetizando toda una distopia y una amenaza aterradora en solo 3 episodios, Gul es una serie que maneja muy bien el suspenso, sus críticas y nos ofrece una historia antológica.
Si uno ve en los créditos a un tal Jason Blum, debe temer. No por su nombre que no representa ningún miedo, sino lo que este produce. 12 ¿Horas para sobrevivir, la noche del diablo o la oscarizada Déjame Salir -Huye, Get Out, como quieran llamarlo- son algunos de los títulos de este hombre que sabe bien qué es el terror y el suspenso, al igual que su mítica productora Blumhouse, el sello del terror en el nuevo milenio, y como no podría ser de otra forma, produce una serie que respeta cada precepto de este género tan popular. Gul, es una demostración de todo lo que está bien hacer en una producción que genere malos ratos.
Un futuro probable triste.
El aplauso que merece la producción es crear una capacidad de síntesis tal que uno, literalmente, no puede perderse nada. Esto se debe por supuesto por su trío de episodios de menos de 50 minutos, que hacen que no haya distracciones casi, aunque no es menos notorio su habilidad de que cada escena aporta a la trama y como esto construye perfectamente la atmósfera -desagradable- en la que viven los personajes.
El terror no se haya aquí, pero sí resulta inquietante y, sobre todo, muy probable la casi distopía la que se vive en esta versión. La India, como probablemente todo el mundo, sumida en una consternante crisis terrorista que lleva a la paranoia y a la reflexión, por supuesto que en dosis suficiente para que este no sea el punto principal de la narración.
Es decir, el mundo lucha contra el radicalismo religioso, y va perdiendo. Jugar con esa posibilidad, sumándole las profesiones religiones en un ámbito que es compatible con la criminalidad, en tiempos tan convulsos con respecto al islám o fundamentalistas de cualquier credo, da a la serie un atractivo que, pase lo que pase, no se pierde ni nos desanima con lo que se viene después. Además, resulta interesante como esta va girando lentamente y nos señala la falta tolerancia como el principal problema del conflicto, aunque, en la vida real, esta casus belli sea muy común, para todo
Cátedras de terror.
No voy a caer en el absurdo de llamarla la mejor serie de terror de la historia, pero es justo decir que es casi académico en el uso de sus elementos. Dicho en términos más fáciles, la película no te mata de un susto, pero crea una atmósfera de constante angustia y preocupación que es, lo que debe generar un producto de terror, apenas empieza.
Pero el mundo de acontecimientos que se van sucediendo sin compasión -gracias a una fluidez casi de reloj-, la tensión aumenta desde el segundo episodio y la media hora final de la serie es un recorrido de pequeños momentos de impacto y vértigo que en vez de aterrarnos en el sentido de cerrar los ojos, nos empuja a seguir atentos la acción.
La construcción de cada momento de la temible criatura son tremendos. Creando escenas o secuencias que juegan con la ansiedad, dan en el clavo para asestarnos el golpe, aunque el más habituado al grito fácil -esta técnica tan tediosa de subirle el volumen de improviso al demonio, bruja, etc- les resultará tremendamente obvio, pero uno si se mete en el ritmo que propone el director, un Patrick Graham en estado de gracia, quedará plenamente satisfecho.
Una serie que, en gran parte, se debe a su corta duración para generar tal impacto. Podría haber sido tranquilamente una película, pero la tendencia negativa de Netflix con los largometrajes pudo haber pesado bastante en esta decisión de formato.
Sin dudas, Gul es una serie que no tiene peros. Es concisa, si no va al susto de una es por su hermosa construcción que lo hace un paseo interminable por un pasillo del terror, que no puede estar hecho de mejor manera. Una dirección de primer nivel que no puede ser reparada y no ser disfrutada.
Calificación: 10/10.
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