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jueves, 6 de septiembre de 2018

Annabelle: Fea muñeca protagoniza guion malo cuyo director lo salva

Annabelle es una película que tiene sus momentos y sus inspiraciones, pero cae en demasiadas obviedades y no hace nada realmente interesante.


Ficha General:

Dirección: John R. Leonetti.
Producción: Peter Safran, James Wan.
Guion: Gary Dauberman.
Protagonistas: Annabelle Wallis,Ward Horton, Alfre Woodard.
Música: Joseph Bishara.
Fotografía: James Kniest.
Edición: Tom Elkins.

Sinopsis: 

Santa Mónica, 1967. Luego de un brutal ataque cometido por una secta satánica, el matrimonio de Mia (Wallis) y John (Horton) se encuentra amenzado por la presencia demoníaca que se apoderó de una de las muñecas que John había comprado a su hija recién nacida, Leah.

Esperando que demos el repaso de La Monja, hablamos ahora de Annabelle, una película que se hizo desear tras los escalofríos que generó la demoníaca muñeca en El Conjuro, siendo un elemento totalmente secundario en aquella genialidad de James Wan. Ahora, toca decir que en aquella película tenemos una mejor historia de Annabelle que en su propia película, y eso no está nada bien.

El gran crimen se encuentra en un flojo, flojo guion de Gary Dauberman, que crea un matrimonio muy poco interesante -interpretados por Annabelle Harris y Harry Worton, de una participación aceptable- y una serie de hechos que recuerdan bastante a su obra matriz: el sentido de la familia cobra vital importancia, aunque de una forma mil veces vista y que ya nos parece normal, pero esto es malo: es extremadamente repetitivo. 

Si hablamos de los hechos en sí, tenemos una historia que se vale de sustos que se sienten baratos, con una música chillona y en constante crescendo -para "aumentar la tensión"-, una perspectiva bastante interesante tirada al tacho -la historia de la secta- y para colmo, el final se estropea con una decisión totalmente anticlimática, como si fuese que el demonio no supiese a quién quiere...


Lo que salva a esta producción del total fracaso son algunos de estos sustos de filigrana una dirección (un poco más) acertada que el resto, la de John Leonetti, que aunque juegue bastante -sin mucho éxito- a lo hecho por las cámaras de Wan o abusara del efecto "el monstruo está pasando detrás de ti", logra crear algunas escenas de verdadera tensión, en cosas pequeñas como la de los dibujos -que queda sin explicación-, la escena del ascensor o el muy bien llevado final, que termina en la nada, nuevamente, siguiendo un guion sin ideas.

Si somos capaces de imaginar y entender por qué alguien querría semejante adefesio de porcelana -y eso que pasan dos veces, ojo- sin suponer que fue poseído por el mismísimo Lucifer, podremos disfrutar de la película. Caso contrario, estamos ante un producto que a cuentas gotas ofrece buenos momentos, pero en general juega a recrear a El Conjuro -la crayola endemoniada vuelve- y a contar una historia muy endeble que se salva por el buen gusto de su realizador.

Calificación: 5,2/10.

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